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Las ideologías no te solucionan la vida, pero son una brújula que orienta
Guía práctica para analizar políticas públicas más cerca de la izquierda o la derecha.
Hace décadas se hablada de homogeneización como una especie de sinónimo de la relativa desideologización o despolitización del mensaje. La banalización era su forma de expresión pública, vale decir, llamar la atención sobre hechos que por su naturaleza puedan interesar a todo el mundo, es decir, noticias para todos los gustos, eslóganes globales. Sin compromiso con las ideas.
La evidencia de la realidad demolió ese análisis. Lo desapareció. No sólo la ideología resurgió con furia, sino que, además, adquirió modos explícitos con forma de batallas culturales.
Muchos consideran que las ideologías son atajos para que el votante obtenga información de un modo más simple y organizado.
Otros sostienen que la ideología como tal no existe para la mayoría del electorado, sino que aparecen “sentimientos ideológicos” o “imágenes ideológicas”, ambas más o menos abstractas pero que, en todo caso, orientan al elector con alguna racionalidad.
Lo cierto es que la ideología funciona como hoja de ruta rectora para partidos y electores a partir de lemas, principios, valores y premisas más o menos simples. Ello de por sí ya un avance para el elector que empieza a razonar orientado en determinados principios fundamentales sin necesitar conocer la totalidad de las posiciones específicas en torno a la agenda.
En definitiva, los estudios demuestran que el elector usa el criterio ideológico para distinguir a los partidos políticos y hay una correlación entre autodefinirse ideológicamente y votar a un partido que se autoproclama en un lado del espectro ideológico similar a la postura personal.
Pero, aunque la literatura es extensa, la igualdad es, por lejos, el gen que explica las ideologías por sobre otros valores.
Giovanni Sartori sostiene que las ideologías no son meras especulaciones sino sistemas de ideas que están orientadas a la acción, que ofrecen previsiones de futuro y propuestas de solución de problemas para comprender y estructurar la información procedente del exterior y para ofrecer propuestas prácticas vinculadas con la toma de decisiones. Me encanta eso. Vital para que el elector tenga una brújula electoral, una orientación.
Pero es Norberto Bobbio el que finalmente da en el clavo: sostiene que una ideología se aproxima más a la izquierda si, aun sabiendo que hay personas iguales y desiguales, la toma de decisión se aproxima mucho más a pensar en derechos y deberes que los hagan más iguales que desiguales. Es muy importante esto, porque su foco de acción es la remoción de obstáculos que hacen a las personas desiguales. Aun sosteniendo que hay muchas izquierdas, la idea emancipatoria las distingue a una derecha.
Por el contrario, un partido ideológicamente más de derecha confiesa que las igualdades son ineliminables, vale decir, hay diversidad. Que la tradición y la herencia, el apego a la historia es una base que las legitima y que sostiene el status quo en el tiempo, porque cuando la tradición y la herencia se imponen, poco es el cambio disponible entre desiguales. Esos principios que rigen normas, leyes, dan estabilidad a un estado de cosas.
Salvo extremos, ni la izquierda plantea absurdamente que los hombres son –o deban ser- iguales en todo, ni la derecha propugna por más y más desigualdad. En todo caso esta última, plantea que muchas veces la compensación o la subsidiariedad son caminos para sostener una diferencia ya dada sin que se rompa un orden establecido.
Pero esos extremos, normalizados hoy, sí existen, ya no son tan excepcionales y no solo revitalizan a las ideologías, sino que además adquieren posturas “increíbles”. Por ejemplo, la acumulación desmedida de las élites (poder, recursos, conocimiento), no sólo plantean la desigualdad, sino que la filosofan y operacionalizan con violencia. Ya no hay desigualdad, hay exclusión deliberada, juicios de quien debe vivir en qué condiciones y dé quien no merece nada.
Y hay falacias también, dignas de un Oscar en la realidad pública.
FALACIA I. Los que tienen y ocultan: algunos, sea por convicción o sea por ocultamiento explícito de su concepción ideológica, creen que determinados problemas tienen soluciones únicas, se amparan en una ilusión tecnocrática que intenta borrar fronteras ideológicas con respuestas cerradas y únicas, con una carga ideológica no explicitada pero existente. Creen que una respuesta técnica a un problema puede estar desprovista de una carga de valores.
FALACIA II. Los que tienen, pero no saben que tienen: otros, por falta de preparación, por ausencia de usinas de ideas o de equipos que alimenten sus ideas y propuestas, directamente desconocen que existan ideologías y las descalifican. El sentido común es su salvaguarda. Creen que hay un pensamiento universal común.
FALACIA III. Los que creen que la ideología no representa los nuevos asuntos de la agenda: es verdad, hay innumerables hechos que no existían en épocas anteriores, pero la existencia de nuevos hechos no excluye que puedan ser tamizados por decisiones que acerquen o alejen sus soluciones a favor o en contra de la igualdad. Un montón de “ismos” le dan particularidades y estéticas novedosas, pero rara vez excluyan la distinción mencionada. Nacionalismo, indigenismo, ambientalismo, populismo, globalismo, feminismo, tecno feudalismo y una cantidad significativa de etcéteras bien diversos en su esencia e implicancia.
No es el propósito de este ensayo afirmar cuál ideología -o cuáles matices ideológicos- es mejor. Es un juicio que le corresponde a cada elector. Sí, el propósito, es sostener que la definición ideológica forma parte de esas verdades transcientíficas que no pueden ser objetivadas. La subjetividad es la explicación para que, en base a determinados valores, cada elector se recueste más hacia un lado que hacia otro.
Use este post como una guía práctica, un filtro para analizar políticas y ver si se aproximen a la igualdad o se ubiquen más cerca de las diferencias. Haga el esfuerzo de intentar responder a modo de ejemplo, cuán cerca de un lado o de otro.
Por eso a las ideologías no hay que pedirles todas las soluciones. Hay que comprenderlas como una orientación de los valores que guiarán las acciones. Una ideología no tiene respuestas para todo y en detalles. Una ideología es sólo una brújula para políticos y ciudadanos. Una brújula necesaria.