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El aceleracionismo en la comunicación política: transformación, vértigo y presión.

Actuar ya, actuar ahora y controlar poco.

Con aristas que van desde la transformación inusitada de los sistemas políticos que crujen, crisis impensables que aparecen como acontecimientos impactantes, sucesos políticos en el ámbito de lo increíble donde la imaginación no se había animado a explorar, consensos precarios que arrasan con la estabilidad, procesos de desinformación como fenómeno fuera de toda capacidad de control, radicalidades que aumentan su extravagancia, movimientos sociales que se activan y expande digitalmente… ahí, en ellos y muchos más, se percibe el aceleracionismo.

Hace tiempo que el concepto aceleracionismo comenzó a usarse en el ámbito de la filosofía, particularmente en el pensamiento de lo que pueda haber después del capitalismo. Pero en su dimensión política, en el acontecer cotidiano, y mucho más desde la comunicación política, es una mirada poco explotada/explorada.

¿Qué cosa preocupa de este fenómeno? La aceleración y su consiguiente expansión descontrolada y su impacto en los modos en que la política se presenta. El aceleracionismo da cuenta de esto y no tiene una única acepción para que pueda ser entendido[1].

Tres enfoques son centrales para entenderlo.

a) Un enfoque estructural que concibe al aceleracionismo como una compilación de aceleraciones tecnológicas y sociales que vienen produciendo una rápida metamorfosis de la comunicación política.

Desde este enfoque pueden discutirse seriamente las prácticas políticas, los conceptos clásicos de enfoques de agenda, las visiones de la representación política, los tiempos políticos convencionales (tiempo electoral, inicios de mandatos, combustión de las crisis, etc.), los sistemas de medios, el rol de las instituciones políticas clásicas, etc.

Todo está en debate y la teoría de la comunicación, en asociación con estos grandes conceptos, no cambia tan a la par de estas transformaciones. Obvio, en esta transformación, la desinformación también se amplifica como potencialidad.

b) Un enfoque de lo impredecible, donde el aceleracionismo es vértigo, como mecanismo de secuencias que se suceden en torno a un hecho.

Es la sucesión de eventos superpuestos y concatenados. La escalabilidad resume esta concepción. Lo impensable, la expansión no controlada, la convergencia multimedial no del todo comprendida, la no dependencia de un centro expansor único, la incalculable posibilidad de voces y sentidos confrontando, la infinita potencialidad. La desinformación adquiere la idea de propagación impensada con escalabilidad a tiempo real, amplificación descontrolada y también descentrada. Le pasó al presidente mexicano Enrique Peña Nieto que fue tendencia mundial durante más de un mes tras la matanza de Ayotzinapa. El hashtag #YaMeCansé (del miedo, de la injusticia y de la impunidad, tal el uso que fue adquiriendo desde el activismo) estuvo en primer lugar de los trending topics de México por 26 días consecutivos y se expandía consecutivamente como tendencia mundial. Le pasó a empresas como Balenciaga en su indefendible campaña que incluía escenas de abuso infantil y se transformó en un escándalo planetario, o a Budweiser con su campaña de BudLight protagonizada por la influencer Dylan Mulvaney que, por su transexualidad, desató un boicot desde sectores conservadores en Estados Unidos.

El entorno estratégico es turbulento y múltiples factores inciden. Por lo tanto, la predicción y la planificación pierden eficacia en estos tiempos, por lo que el viejo modelo de liderazgo productor, central y todopoderoso –en la cima– que toma decisiones, comunica y puede afrontar cualquier decisión en cualquier momento, definitivamente no funciona más. O mejor, no existe más[2].

c)     Un enfoque de acción urgente, protagonizado por las voces políticas bajo la presión de la instantaneidad, del tiempo real.

La transformación tecnológica digital es la contracara de la ralentización. Todo es hiper mediático, pero lo es ya. El modo de existir en la monotonía digital es a través de más y más velocidad, muchas veces con radicalización, para ganar en visibilidad. La visibilidad pretende traducirse en relevancia, y tal relevancia se convierte en fuente de legitimidad, ensaya Majid KhosraviNik.[3]

Con tal de aparecer, de ser, de existir, diferentes personalidades políticas hacen cualquier cosa. Y cuando digo cualquier cosa es cualquier cosa. Apresuramiento. Acelerar cualquier posicionamiento con la impronta de estar primero ahí, sobre esta tendencia. Son las tendencias de lo que se habla en redes a tiempo real lo que legitima la acción. La política ya no se muerde los labios para no tentarse de opinar de todo, cualquier tema que aliente algún clivaje (posiciones dicotómicas en torno a temas) será una excusa de posicionamiento. Ahí, en esa presión, en esa instantaneidad, la desinformación es una consecuencia esperable en todo momento.  

Pierre Rosanvallón hablaba de “líderes de proximidad” que lograban una inmersión radical en el mundo de la particularidad. El autor le llama el “descenso de la generalidad”[4]. Ese liderazgo baja a lo concreto y trata de empatizar ahí, frente a un estímulo y un lugar en particular, a cada rato. En palabras de Rocío Annunziata, muchos liderazgos se transforman en “campeones del estar ahí”.[5] Su dinámica política implica pensar lo público desde la escenificación constante, sobre lo concreto, para lograr visibilidad. Ese “estar ahí”, ahora es “estar ahí digitalmente”.

Presencia digital es el verdadero acto de persistencia. Lo cotidiano, lo constante, lo inmediato. Es la acumulación de apariciones y sus respuestas lo que demuestra su pensamiento, su ideología, su propósito, no necesariamente su conceptualización, tampoco la verdad, tampoco la evidencia.

Pero no sólo en referencia solo a las personas políticas, también a la ciudadanía que hace exactamente lo mismo desde su rol. La era de la protesta perpetua, según Devashree Gupta, se manifiesta de modo convencional en la individualidad siendo parte de movimientos sociales, pero también activando ese rol en las redes sociales.[6] Las voces no callan, están igual de activadas en el tiempo real, incluso comparten falsedades, de modo rápido, con racionalidad discutible.

ENTONCES, VAYA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DE LO QUE ES ACELERACIONISMO COMUNICATIVO DESDE LA POLÍTICA: es una transformación estructural, social y tecnológica de la política; que presume –en potencia– una escalabilidad no planificable de los efectos del hacer político; que empuja, como una especie de presión o mandato, a actuaciones políticas –preferentemente comunicativas– instantáneas, de las personas políticas, incluyendo a la ciudadanía.

Si la comunicación política pudiera definirse como el intento de control de la agenda pública, entiéndase, la voluntad de incidir, con tensión y confrontación frente a otros, o con cooperación junto a otros, para instalar un orden social y sentido social frente a un estado de cosas, el aceleracionismo hiere de muerte el sentido algo estático de esa pretensión.

Ahora, la comunicación política aceleracionista es más bien un acto de sobre vivencia en una agenda no controlada.

 

[1] Khostavinik, M. (2017) “Right Wing Populism in the West:Social Media Discourse and EchoChamber”, en Inside Turkey, Julio 19(3).

[2] Riorda, M. (2023) “El aceleracionismo es la transformación de la comunicación política” en Sarasqueta, Gonzalo (comp.) “En la nave de la ciberdemocracia. Mediatización, sesgos y polarización en la era digital", Colección Parlamento Futuro, Instituto de Capacitación Parlamentaria ICaP, Honorable Cámara de Diputados de la Nación, Ministerio de Educación, Buenos Aires. 2023, pags. 181- 194.

[3] Khostavinik, M. (2017) “Right Wing Populism in the West:Social Media Discourse and EchoChamber”, en Inside Turkey, Julio 19(3).

[4] Rosanvallon, P. (2008) La légitimité démocratique. Impartialité, réflexivité, proximité. Paris. Seuil.

[5] Annunziatta, R. (2012) “¿Hacia un nuevo modelo de lazo representativo? La representación de proximidad en las campañas electorales de 2009 y 2011 en Argentina”. En Cheresky I.y Annunziata R. (comps) Sin programa, sin promesa. Liderazgos y procesos electorales en Argentina, Prometeo Libros, Buenos Aires.

[6] Gupta, D. (2017), Protest politics today, Polity, Londres.